¿Recuerdan la última vez que fueron a un festival de comidas tradicionales? ¿recuerdan el aroma que recorría los pasajes, el que te así rugir tu estómago y que te llamaba de alguna u otra forma a comprar esos platillos? pues así me sentí en el Museo de Arte de Lima era como si ese mismo aroma tan delicioso rodeara toda la sala lujosa a la cual estaba ingresando. Podía sentir y percibir desde tan cercana posición los grandes dibujos de Camilo Blas, oler los lienzos que mantenían el aroma de su época en la cual con tanto esmero se preocupó por terminar, semejante al de un libro antiguo. Y fue así que sus obras, como un libro, fueron expuestas al público. Desde bocetos a una muralla argumentando la historia, a su manera, de nuestra etnia, nuestras raíces, por cada detalle las piezas y los personajes que se plasman en simples líneas tan bien coordinadas. Como si fuera un grandiosos chef tan calculador con sus ingredientes, tan paciente y tan preciso, Camilo Blas fue uno de los más grandes dibujantes que he visto.